Novedades


Designed by:
SiteGround web hosting Joomla Templates

(més avall en català)

 

¿Qué es la "nación"? La burguesía necesita unificar un determinado territorio bajo la misma ley, los mismos pesos, las mismas medidas y la misma lengua, creando el mercado nacional en el que prosperan las empresas capitalistas en base a la explotación de la clase obrera, convenientemente arrancada de sus anteriores condiciones de existencia. Este resultado crudamente económico, la burguesía se lo representa místicamente como "nación" por motivos obvios de dominación social. A partir de entonces, la burguesía es una clase reaccionaria que perpetúa un (el último) sistema de explotación y dominación de clase, sistema que no puede aportar nada más a la humanidad que crisis, guerras y destrucción.

 

¿Qué es la "identidad nacional"? Para los empresarios, la clase de los capitalistas, el mundo representa un gran pastel, su "mercado", y dependiendo de la fuerza que sean capaces de ejercer conseguirán ser poseedores de una porción más grande o más pequeña del mismo. Por ello, la burguesía con intereses comunes se organiza para poder hacer frente a quien representa su competencia y así aumentar su posición de fuerza en tal o cual lugar. El mercado nacional, el envoltorio místico del cual es la nación, se le aparece como su espacio particular, donde crecer, desarrollarse y, si puede, desde donde proyectarse hacia nuevos mercados. La identidad nacional no es más que la fusión de las diferentes clases sociales y la sumisión de este cuerpo fusionado a los intereses exclusivos de la burguesía, camuflados siempre como "interés nacional". Pero en realidad esta identidad nacional, el nacionalismo, representa tan sólo un interés circunstancial para la burguesía, ya que todo empresario aspira a crecer, lo que implica a la larga superar los límites y estrecheces nacionales y regionales. Y cuando conviene se vuelven nacionalistas andorranos, suizos o de las Islas Caimán. Esta realidad está ante los ojos de todos: los empresarios van allí donde pueden extraer una mayor plusvalía al obrero, sin importar el país o región de que se trate, ya que en el corazón de todo pequeño burgués laten las ansias expansionistas de un imperialista potencial. Además, todos los patriotas están dispuestos a venderse la patria al mejor postor (EEUU, Rusia, UE, China, etc.) convirtiéndose en peones de uno u otro estado imperialista en el tablero del imperialismo mundial: Ucrania, Georgia, Libia, Irak, Siria, ex-Yugoslavia, etc.

 

¿Y para el obrero qué es la "identidad nacional"? El obrero nace aparentemente "libre" bajo la sociedad capitalista, pero sin trabajo no hay salario, y sin salario no hay plato de sopa sobre la mesa en el hogar del obrero, así que esta supuesta "libertad" no es más que la obligación de ir allí donde encuentre trabajo como esclavo moderno, como trabajador asalariado y, por lo tanto, se ve forzado a emigrar. Allí donde vaya el obrero es extranjero, incluso si no se mueve de donde ha nacido. Los únicos derechos reales reconocidos por el Estado burgués se reconocen a la burguesía o, mejor dicho, a las empresas y la competitividad de la economía nacional. Los trabajadores en el capitalismo sólo tenemos derecho a ser explotados, como constatamos cada día en los centros de trabajo, con el papel del Estado en las huelgas (policía, inspección, juzgados, etc). La identidad nacional es la morfina que se inyecta a la clase obrera para mantenerla atada al yugo de la empresa y de la economía nacional. La burguesía saca otro rédito tangible: la división entre los trabajadores de diferentes orígenes raciales o geográficos, la competencia entre nuestros hermanos de clase y nosotros que fortalece su dominación de clase. La unidad nacional es la tumba de la clase obrera, es el desarme ideológico de los asalariados y su entrega atados de pies y manos a la clase explotadora.

 

Por otra parte, el sistema capitalista se asienta sobre un enorme barril de pólvora que constituye la anarquía de la producción mercantil, con sus crisis de sobreproducción. Con la crisis, cada fracción de la burguesía necesita redoblar los esfuerzos para arrancar una parte del mercado mundial que se ve saturado y desbordado de mercancías invendibles. Esto implica la acentuación de la guerra comercial y su transformación en guerra militar. El nacionalismo se presenta entonces como el estupefaciente perfecto que permite arrastrar a la clase obrera de los centros de trabajo - donde es explotada – a los campos de batalla para la matanza de otros trabajadores en beneficio de la propia burguesía. La independencia que necesitamos los trabajadores es la independencia política y organizativa de la clase obrera en relación con la pequeña, mediana y gran burguesía ya sea española o catalana.

 

La actual confrontación de parte de la burguesía catalana (la misma que ha estado gobernando los últimos 30 años) con parte de la burguesía española tiene como innegable motivación por ambas partes la crisis de sobreproducción, la concentración bancaria y la desaparición de las cajas (y del clientelismo asociado), la lucha entre la pequeña burguesía y las grandes superficies, el empequeñecimiento del pastel de la corrupción que impide que todos sigan robando con las dos manos, etc. Es decir, asistimos a la lucha por el reparto del fruto de la explotación de la clase obrera entre los que se lo han estado repartiendo hasta ahora.

 

En esta confrontación entre bandidos por el reparto del botín, la clase obrera no tiene nada que ganar. El Estado que la burguesía catalana quiere fundar - como demuestra la "ley de transitoriedad" - está tan basado en la propiedad privada, en la explotación del trabajo asalariado y el régimen mercantil y de empresa como el actual y podrido Estado español y la actual y podrida UE. Al día siguiente del 1-O, tanto si estamos bajo un Estado español como catalán, la clase obrera seguirá estando explotada, los derechos recogidos en las leyes serán papel mojado para los asalariados, el plusvalor arrancado a la clase obrera será la única fuente de ganancia, el Estado será el arma de clase de la burguesía, etc. Es decir, los trabajadores seremos tan extranjeros como lo somos ahora, como lo son nuestros hermanos de clase en todo el mundo.

 

  Ante esto la consigna del sindicalismo de clase en Cataluña y en el resto del Estado español sólo puede ser el internacionalismo proletario: ninguna concesión al nacionalismo (ni español, ni catalán, ni ningún otro), ninguna solidaridad con nuestros propios explotadores, no parar sino alimentar la lucha de clase contra la propia burguesía sea española o catalana, extender la lucha a todas las empresas, sectores y estados, preparar las bases que en un momento dado permitan la lucha por la abolición de la esclavitud del trabajo asalariado.

CONTRA LA VORÁGINE NACIONALISTA DE UNOS Y OTROS: ¡INTERNACIONALISMO PROLETARIO!

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

 

 

 

  Què és la “nació”? La burgesia necessita unificar un determinat territori sota la mateixa llei, els mateixos pesos, les mateixes mesures i la mateixa llengua, creant el MERCAT NACIONAL en el qual prosperen les empreses capitalistes sobre la base de l’explotació de la classe obrera convenientment arrancada de les seves anteriors condicions d’existència. Aquest resultat cruament econòmic, la burgesia se’l representa místicament com a “nació” per motius obvis de dominació social. A partir de llavors, la burgesia és una classe reaccionària que perpetua un (l’últim) sistema d’explotació i dominació de classe, sistema que no pot aportar res més a la humanitat que crisis, guerres i destrucció.

 

  Què és la “identitat nacional”? Pels empresaris, la classe dels capitalistes, el món representa un gran pastís, el seu "mercat", i dependrà de la força que siguin capaços d'exercir que aconsegueixin ser posseïdors d'una porció més gran o més petita d'aquest. Per això, la burgesia amb interessos comuns s'organitza per poder plantar cara a qui representa la seva competència i així augmentar la seva posició de força en tal o qual lloc. El mercat nacional, l’embolcall místic del qual és la nació, se li apareix com el seu espai particular, on créixer, desenvolupar-se i si pot, des d'on projectar-se cap a nous mercats. La identitat nacional no és res més que la fusió de les diferents classes socials i la submissió d'aquest cos fusionat als interessos exclusius de la burgesia, camuflats sempre com "interès nacional". Però en realitataquesta identitat nacional, el nacionalisme, representa tan sols un interès circumstancial per a la burgesia, ja que tot empresari aspira a créixer, i això implica a la llarga superar els límits i estretors nacionals i regionals. I quan convé es tornen nacionalistes andorrans, suïssos o de les Illes Caiman. Aquesta realitat està davant dels ulls de tothom: els empresaris van allà on poden extreure una major plusvàlua a l'obrer, sense importar el país o regió de què es tracti, ja que en el cor de tot petit burgès bateguen les ànsies expansionistes d’un imperialista potencial. A més, tots els patriotes estan disposats a vendre’s la pàtria al millor postor (EEUU, Rússia, UE, Xina, etc.) convertint-se en peons d’un o altre estat imperialista en el tauler de l’imperialisme mundial: Ucraïna, Geòrgia, Líbia, Iraq, Síria, ex-Iugoslàvia, etc.

 

  I per l’obrer què és la “identitat nacional”? L'obrer neix aparentment "lliure" sota la societat capitalista, però sense treballar no hi ha salari, i sense salari no hi ha el plat de sopa damunt la taula a la llar de l'obrer, així que aquesta suposada "llibertat" no és més que l’obligació d'anar allà on trobi feina com a esclau modern, com a treballador assalariat i, per tant es veu forçat a emigrar. Allà on vagi l’obrer és estranger, fins i tot si no es mou d’on ha nascut. Els únics drets reals reconeguts per l’Estat burgès es reconeixen a la burgesia o, millor dit, a les empreses i a la competitivitat de l’economia nacional. Els treballadors en el capitalisme només tenim dret a ser explotats, com constatem cada dia als centres de treball, amb el paper de l’Estat en les vagues (policia, inspecció, jutjats, etc). La identitat nacional és la morfina que s’injecta a la classe obrera per mantenir-la lligada al jou de l’empresa i de l’economia nacional. La unitat nacional és la tomba de la classe obrera, és el desarmament ideològic dels assalariats i la seva entrega lligats de peus i de mans a la classe explotadora. La burgesia en treu un altre rèdit tangible: la divisió entre els treballadors de diferents orígens racials o geogràfics, la competència entre els nostres germans de classe i nosaltres que enforteix la seva dominació de classe.

 

  D'altra banda, el sistema capitalista s'asseu sobre un enorme barril de pólvora que constitueix l'anarquia de la producció mercantil, amb les seves crisis de sobreproducció. Amb la crisi, cada fracció de la burgesia necessita redoblar els esforços per tal d’arrancar una part del mercat mundial que es veu saturat i desbordat de mercaderies invendibles. Això implica l’accentuació de la guerra comercial i la seva transformació en guerra militar. El nacionalisme es presenta llavors com l’estupefaent perfecte que permet arrossegar la classe obrera dels centres de treball - on és explotada - als camps de batalla per la matança d’altres treballadors en benefici de la pròpia burgesia. La independència que necessitem els treballadors és la independència política i organitzativa de la classe obrera en relació a la petita, mitjana i gran burgesia, ja sigui espanyola o catalana.

 

  L’actual confrontació de part la burgesia catalana (la mateixa que ha estat governant els últims 30 anys) amb part de la burgesia espanyola té com a innegable motivació per ambdues parts la crisi de sobreproducció, la concentració bancària i la desaparició de les caixes (i del clientelisme associat), la lluita entre la petita burgesia i les grans superfícies, l’empetitiment del pastís de la corrupció que impedeix que tots segueixin robant amb les dues mans, etc. És a dir, assistim a la lluita pel repartiment del fruit de l’explotació de la classe obrera entre els que se l’han estat repartint fins ara.

 

  En aquesta confrontació entre bandits pel repartiment del botí, la classe obrera no hi té res a guanyar. L’Estat que la burgesia catalana vol fundar – com demostra la “llei de transitorietat” – està tant basat en la propietat privada, en l’explotació del treball assalariat i el règim mercantil i d’empresa com l’actual i podrit Estat espanyol i l’actual i podrida UE. L’endemà de l’1-O, tant si estem sota un Estat espanyol com català, la classe obrera seguirà estant explotada, els drets recollits en les lleis seran paper mullat pels assalariats, la plusvàlua arrencada a la classe obrera serà l’única font de guany, l’Estat serà l’arma de classe de la burgesia, etc. És a dir, els treballadors serem tant estrangers com ho som ara, com ho són els nostres germans de classe arreu del món.

 

  Davant d’això la consigna del sindicalisme de classe a Catalunya i a la resta de l’Estat espanyol només pot ser l’internacionalisme proletari: cap concessió al nacionalisme (ni espanyol, ni català, ni cap altre), cap solidaritat amb els nostres propis explotadors, no aturar sinó alimentar la lluita de classe contra la pròpia burgesia sigui espanyola o catalana, estendre la lluita a totes les empreses, sectors i estats, preparar les bases que en un moment donat permetin la lluita per l’abolició de l’esclavitud del treball assalariat.

 

CONTRA LA VORÀGINE NACIONALISTA D’UNS I ALTRES: INTERNACIONALISME PROLETARI!

 

 

 

 

 

SUT , Powered by Joomla! and designed by SiteGround web hosting